Es un placer llegar a ese punto en que uno, escribiendo en tengwar, empieza a tener mala letra; indica que has alcanzado cierta fluidez.
En fin, yendo al grano, os presento algunas ideas para un Modo Romance para escribir en tengwar. Sería un modo común para el latín tardío y sus dialectos las lenguas romances, basado en su herencia ortográfica común, por lo cual debería ser útil para transcribir las lenguas romances occidentales directamente de textos tal cual son con su ortografía y alfabeto latino con pocas o ninguna adaptación. Haré referencia a las occidentales porque es hasta donde llegan mis conocimientos, por lo que animo a los lectores a hacer sus aportaciones y comentarios, en especial referidos al Rumano.
En fin, yendo al grano, os presento algunas ideas para un Modo Romance para escribir en tengwar. Sería un modo común para el latín tardío y sus dialectos las lenguas romances, basado en su herencia ortográfica común, por lo cual debería ser útil para transcribir las lenguas romances occidentales directamente de textos tal cual son con su ortografía y alfabeto latino con pocas o ninguna adaptación. Haré referencia a las occidentales porque es hasta donde llegan mis conocimientos, por lo que animo a los lectores a hacer sus aportaciones y comentarios, en especial referidos al Rumano.
Describiré el modo mediante notas en la tabla. En ésta figuran en gris las tengwar que no se usarían, manteniéndolas con todo para algunas notas.
0. El Latín, como el Quenya, usaría una estructura dental-labial-velar-labiovelar, pero al Romance le falta esta última serie (excepto quizás por alguna pronunciación arcaica de /kw/ en Italiano), por lo que su ordenación útil sería dental-labial-palatal-velar, como en Sindarin.
1. El Español tiene un conflicto con el uso de thúle (/θ/), porque en ella confluirían la “d” implosiva (“ciudad”) y la antigua /z/ (“caza”) y antiguos fonemas similares. Para evitar la confusión, el uso de áre para /θ/ permitiría el de thúle para “-d”, pero como en Español confluyen varios grafemas en /θ/ (“ciudad”, “hice”, “cazo”), en este caso sugiero ceder a la realidad fonética y usar thúle para todos ellos; el uso más innovador sería para “-d”, pero coincidiría más cabalmente con el que le darían por otras lenguas romances, que sería el de /θ/, para préstamos (“think-tank”).
2. Fonológicamente, el Español podría usar umbar en lugar de ampa siempre, y, fonéticamente, umbar para el alófono oclusivo (“bueno”) y ampa para el fricativo (“haber”) del mismo fonema /b/; pero en interés de la unidad del Romance sugiero mantener la diferencia en tengwar paralela a la latina (“beber” - “ver”).
3. El uso de Vala y anna (semiconsonantes), y de úre y yanta (semivocales) podría restringirse a préstamos, pero la abundancia de portadores breves podría reducirse si se usasen en diptongos como semiconsonantes pretónicas (“hierba”, “cuatro”) y semivocales postónicas (“aire”, “flauta”).
4. El Italiano tiene /t∫/ (“cento”) y /∫/ (“scegliere”) normalmente procedentes de velares palatalizadas, así que lo que mejor encaja es representarlas por la serie que en Latín es velar. Lo mismo ocurre en Francés con /∫/ (“chien”); aquí el problema sería escoger entre una arcaica calma y una fricativa moderna harma, pero siendo una evolución dentro de la misma serie, harma proporcionaría más claridad. Harma se usaría también para préstamos (“Shu”).
5. El Español plantea un problema con la palatal sibilante/aproximante sonora romance (“ajouter”, “Jordi”, “giorno” en zonas de Italia), que no se pronuncia así, sino como velar fricativa sorda (“ajo”). Representarlo con hwesta en Español llevaría a confusión con las otras lenguas romances, que usarían hwesta sólo para préstamos, lo que no ocurriría necesariamente para palabras españolas, que además quedarían separadas gráficamente de sus equivalentes en las otras lenguas. Lo más útil sería mantener el grafema dentro de la calmatéma, pero diferente de anga, que también posee el Español (“ya”). En Francés tenemos la misma situación entre anga (“Djibouti”) y anca (“géant”) que con sus sordas correspondientes (“tchèque”, “hache”), y el uso moderno de anca produciría una conveniente coincidencia (que es etimológica) con el uso español (“joven”, “jeune”), del mismo modo que con la misma conveniencia convergería anga para el Español y el Italiano (“ya”, “già”).
6. Todas las lenguas romances tratadas aquí tienen el fonema nasal palatal, pero solo el Español usa un grafema propio (“año”); las demás lenguas usarían como ella ŋoldo en buena lógica (“Spagna”, “Espagne”, “Espanha”, “Espanya”).
7. El único posible uso de ŋwalme sería el de diferenciar el alófono velar de “n” (“camión”), inútil por tanto.
8. Arda sólo se usaría en Español para la vibrante múltiple (“carro”). Al inicio de palabra y tras /s/, /n/, /l/ es un alófono de /r/, así que ahí no necesitaría ser representado por arda.
9. Alda se puede usar en Español, Italiano y Portugués para una variación de /l/ (“escollo”, “egli”, “alho”), aunque en Español tiende a pronunciarse como la “y” consonante (yeísmo). En Francés no tendría este uso (o incluso ninguno), porque parte de los antiguos /ll/ se pronuncian o bien como /l/ simple (“aller”) o han convergido con el yod (/j/, “bataille”).
10. El uso de las nuquernar es una cuestión estética; sin duda por claridad de escritura lo más positivo. En el caso de admitir sólo una variante para cada letra lo más limpio sería abandonar las formas normales.
11. La preservación de “h” en Romance es en la mayoría de los casos una obsolescencia; solo el Francés la requeriría, cuando “h-” impide la liaison (“le héros” en lugar de “l’héros”): ahí obviamente se usaría hyarmen; halla se podría usar para el resto de casos, siendo igualmente obsoleta, y además una molestia. En Español hay una “h-” procedente de una antigua “f-” que se hizo aspirada (“hierro” < “ferrum”); si hay alguna utilidad para halla es ésa, pero eso podría llevar a una confusión con usos no Romances, de modo que sigue siendo preferible no usarla y tomar en este caso la opción de la ortografía fonética de nuevo.
12. El Español no diferencia las vocales por su longitud, sino que usa la tilde (“ ´ ”) para, mediante su presencia o ausencia, indicar la posición del acento. [Con las tengwar yo sigo una regla simple: uso el andatehta para cualquier palabra polisílaba no llana.] El Italiano hace un uso mixto de la tilde; usar el andatehta como una especie de tilde tengwar no sería absurdo. El Francés ni diferencia las vocales por su longitud ni necesita marcar el acento; quizá podría usar el andatehta para el propósito mencionado en el punto siguiente.
13. Las cuatro ómatehtar son más que suficientes para la mayoría de lenguas romances: el Español tiene cinco vocales y el Italiano no usa más, aunque tiene diferencias de cantidad. Una sexta ómatehta sería útil para el Francés para su vocal central cerrada, pero dada la profusión de vocales en esta lengua necesitaría un sistema para las vocales propio y más versátil.
14. En Italiano la marca de consonante doble tiene una utilidad evidente para la economía de escritura. Yo lo uso también en Español para los grupos cultos que con el alfabeto latino mantienen la grafía latina pero en el habla se pronuncian a menudo como consonantes dobles como en Italiano.
15. La marca nasal previa tendría un uso de economía en Español e Italiano; en Francés podría integrarse en el sistema ortográfico de las vocales para indicar una vocal nasal previa.
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Con este modo, podemos mostrar un ejemplo de cómo quedaría el siguiente texto, perteneciente al Libro Cuarto de la Historia de Heródoto, párrafo XXXIII:
...dicen que ciertas ofrendas de trigo venidas de los Hiperbóreos atadas enhacecillos, o bien unos manojos de espigas como primicias de la cosechallegaron a los Escitas, y tomadas sucesivamente por los pueblos vecinos ypasadas de mano en mano, corrieron hacia Poniente hasta el Adria, y de allídestinadas al Mediodía...
La fuente utilizada es la Tengwar Parmaite, transcrita mediante el fabuloso Tengwar Scribe, que usa el Modo Romance Común que creé mediante el Tengwar Mode Editor. Visitad la imprescindible página Amanye Tenceli de Måns Björkman.
© Breogán Rey, 2009.