Este post está pensado como complemento previo a éste que ofrece una guía de lectura.
El lector generalista, con un vago conocimiento de Tolkien como escritor famoso, sabrá de El Señor de los Anillos, su novela más popular, y quizá de El Hobbit.
Un lector un tanto más enterado podrá también saber que ésta está más orientada a un público infantil que aquélla; pero que, siendo aquélla la secuela, ofrecen una secuencia conveniente para un lector joven.
Ese lector más enterado podrá saber también de otros de los escritos de Tolkien, algunos más abstrusos, y algunos aún más orientados a los niños que El Hobbit, y por tanto no tendrá un interés particular en leer más a Tolkien.
Partiendo de esto, quiero ofrecer un panorama de la ficción mitológica de Tolkien, con la intención de ayudar a comprenderla y quizá (o quizá no) encender una chispa de interés por una lectura informada, en cualquier caso sin "destripar" su contenido.
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1. El Libro de los Cuentos Perdidos.
Durante los años 1910, Tolkien creó un puñado de relatos fantásticos, de inspiraciones diversas, y los reunió en el marco de una mitología inventada. Relataban básicamente el conflicto entre la raza de los Elfos y un poder oscuro asentado en el norte del mundo, que transcurría en una geografía y pasado míticos de Europa (siendo en este aspecto similar al marco de los relatos de Conan el Bárbaro del autor contemporáneo suyo Robert E. Howard). Tolkien denominó a ese conjunto El Libro de los Cuentos Perdidos, y allá por 1920 estaba casi completo.
El objetivo declarado del Libro de los Cuentos Perdidos era servir como mitología con que homenajear a Inglaterra, en modo semejante al Kalevala para Finlandia. Por entonces, Tolkien podía haber contemplado su publicación en un futuro más o menos distante, con tiempo suficiente para completarlo (aún no tenía ni 30 años). Pero, como veremos, se embarcaría en una serie de revisiones que durarían el resto de su vida, y más allá aun, parte de la vida de otros, de modo que nunca alcanzó el nivel de desarrollo de los Cuentos Perdidos.
Tolkien produjo como autor de fantasía un enorme volumen de material, que aparte de El Hobbit y El Señor de los Anillos quedó en su mayor parte sin publicar a su muerte en 1973. La obra principal, con una versión más o menos "canónica" de la mitología, El Silmarillion, fue publicada cuatro años después por su hijo Christopher, quien a continuación proseguiría (y más adelante otros a quienes él encargaría) publicando todos los manuscritos (la mayoría de ellos reunidos en la colección de doce volúmenes The History of Middle-earth, en español dividida entre los nueve de La Historia de la Tierra Media y los cuatro de La Historia de El Señor de los Anillos), con intención tanto divulgativa como erudita, y a ese impulso tenemos que agradecer el tener tan amplio y profundo conocimiento de la obra de su padre.
Asimismo, siendo el lenguaje una de las principales motivaciones en la vida de Tolkien (fue filólogo de profesión), es un rasgo arraigado en sus obras de fantasía, y Tolkien produjo varias fases de diferentes idiomas inventados. Aun así, aquí me centraré en las partes mitológicas, apuntando sin más que esos idiomas han encontrado una vía de publicación en las revistas especializadas Parma Eldalamberon ("El Libro de las Lenguas Élficas") y Vinyar Tengwar ("Letras Nuevas").
2. Inicios del Silmarillion.
Al final de los años 1910 Tolkien inició una revisión de sus leyendas. Comenzó a versificar tres de aquellos cuentos, los que hablaban de tres hombres mortales implicados en la guerra entre los Elfos y el Señor Oscuro. La versificación avanzó hasta un punto destacable sólo en dos de ellos, pero los tres siguieron siendo los principales de la mitología.
Además, como una explicación del marco de esas tres historias, Tolkien escribió un breve "Esbozo de la mitología" para su amigo R. W. Reynolds. Ese "Esbozo" sería el punto de partida para la remodelación de las leyendas, siempre con el motivo (entre otros) de cambiar el tono de cuento de hadas previo por uno más serio, épico y oscuro. El nombre de Cuentos Perdidos fue abandonado, y el nuevo de Silmarillion empezó a ser usado en su lugar; ése fue el nombre que se afianzó y acabó por llegar al público.
Además de expandir el "Esbozo", Tolkien comenzó a proporcionar a su mitología obras de diversa índole, como cronologías, geografías y etimologías. En medio de ese proceso, surgió a Tolkien una oportunidad de publicar finalmente su mitología (o eso creyó él), y fue debido a una serie de acontecimientos fortuitos.
3. El Hobbit.
Que Tolkien crease historias infantiles para sus propios hijos no era en absoluto fortuito (varias de ellas están también publicadas), y El Hobbit fue una de ellas. Pero la suerte sí jugó su papel en la publicación del libro, y su éxito.
El Hobbit está ahora bien inserto en la mitología, y el lector encontrará en sus páginas nombres de personas y lugares tomados de las historias épicas de Tolkien, anteriores pero por entonces no publicadas. Con todo, durante mucho tiempo (pues Tolkien mismo así lo afirmaba) se creyó que al principio El Hobbit no pertenecía a la mitología, y que la aparición de esos nombres repetidos era un mero "autoplagio". Ésa fue la razón por la cual Christopher Tolkien excluyó los manuscritos de El Hobbit de ser publicados en La Historia de la Tierra Media, encargando en su lugar la tarea a otros especialistas.
Fue por tanto John D. Rateliff quien finalmente dio a la luz el proceso de creación de El Hobbit, mostrando que, más allá del autoplagio (que alcanzaba niveles mucho más profundos hasta convertirse en una increíble colección de paralelos), Tolkien al principio había pensado explícitamente en situar el cuento no mucho después de los de su mitología (existe de hecho la frase explícita tachada).
Además (como en otro lugar he argumentado), directamente del trabajo de Rateliff puede extraerse razonablemente que, debido al casi exacto paralelo en la sucesión de rasgos geográficos entre las tierras de la mitología y las de El Hobbit, éste se planeó inicialmente que se desarrollase también en aquéllas (casi a la misma conclusión llega un estudioso de tanto renombre como John Garth). Lo cual es algo muy lógico si tenemos en cuenta que Tolkien estaba creando El Hobbit al mismo tiempo que el mapa de sus tierras mitológicas.
La prueba definitiva de que El Hobbit pertenecía a la mitología fue que, cuando se convirtió en un éxito y el editor pidió a su autor una secuela, Tolkien vio la oportunidad y presionó al editor para publicar la secuela junto con la parte principal de la mitología.
4. Una oportunidad perdida.
Por entonces la mitología había alcanzado una nueva fase definida de desarrollo, denominada por Christopher Tolkien "Silmarillion temprano". Pero el órdago de Tolkien fue rechazado, y la mitología tuvo que esperar.
De haber sido aceptada la propuesta de Tolkien, no hubiera tenido que completar el esquema general de la mitología, sino simplemente añadirle El Hobbit, definiendo el ajuste cronológico y quizá geográfico, cuyas opciones también he estudiado en el mismo ensayo.
El escenario más plausible hubiera por entonces sido el hacer de El Hobbit uno más de los relatos de la mitología, quizá creando una narración resumida de la aventura, como capítulo adicional del "Silmarillion".
Probablemente hubiera añadido también otro trabajo inconcluso, El Camino Perdido, que en este caso, al contrario que El Hobbit, sí había comenzado independiente de la mitología, siendo la versión de Tolkien del mito de la Atlántida. Pero El Camino Perdido había gravitado inevitablemente hacia la mitología, y finalmente gozó de la atención que Christopher Tolkien escatimó a El Hobbit, y fue incluido en La Historia de la Tierra Media.
Con todo ello, un Silmarillion de, digamos, 1940 podía haber sido expandido respecto a los planes de Tolkien de diez años antes con tan sólo dos capítulos, motivados por la Atlántida y El Hobbit, que fue justo lo que acabó por suceder en 1977. Pero dichos dos capítulos hubieran sido mucho más epilógicos, mostrando la conclusión de los tiempos mitológicos y la transición a la mundana historia real justo al final de la guerra entre los Elfos y el Señor Oscuro.
En lugar de eso, Tolkien tuvo que dejar de lado el "Silmarillion", y entonces se dio completa libertad en cuanto al ajuste de El Hobbit y su secuela a la mitología. Las opciones que eligió produjeron unas cronología y geografía expandidas dramáticamente, que cambiaron su mundo ficticio para siempre.
5. Perdiéndose en minucias.
Rematada la secuela de El Hobbit (que como se podrá suponer ya fue El Señor de los Anillos), Tolkien volvió de nuevo a la mitología. Pero no la finalizaría jamás, lo cual puede resultar sorprendente para quienquiera esté al tanto del éxito de los Anillos, uno de los libros más populares del s. XX. Podemos apuntar varias causas de tal fracaso, si es que podemos llamarlo así.
Uno de los puntos que hemos de tener en cuenta es que el éxito enorme de los Anillos, y el correspondiente incentivo para ofrecer el Silmarillion al público, llegó en los años 60, demasiado tarde como para que Tolkien recogiese el guante y se forzase a completar por fin tan grande empresa.
Otra causa fue que, en lugar de ir directo a meramente completar los capítulos conclusivos de su puñado de relatos y preocuparse de la coherencia (que hubiera sido la tarea heredada de la frustrada publicación en los años 40), Tolkien, muy en la línea de su manera de trabajar, comenzó a derivar en varias direcciones.
Por un lado, se entretuvo en expandir las edades y regiones creadas por El Señor de los Anillos, en parte impulsado por la composición de los "Apéndices" del mismo.
Por otro, se embarcó en una reformulación de la cosmología de su mundo ficticio. Por alguna razón, Tolkien se sintió insatisfecho con la idea de que la cosmología y correspondiente cronología fuesen también ficticias, y quiso en su lugar ponerlas mucho más de acuerdo con las reales (no olvidemos que la ciencia de la Cosmología había progresado espectacularmente a lo largo de toda la vida de Tolkien).
Esa reformulación produjo también una cronología mucho más expandida de la prehistoria de las razas sintientes, haciéndola de ese modo mucho más próxima a la evolución de las especies.
En este punto estoy de acuerdo con Carl F. Hostetter en que Tolkien podía haber tomado el camino más sencillo de decir que el acontecimiento que había transformado el mundo plano mitológico en uno redondo más real hubiese situado también otros aspectos de la realidad ficticia en una situación parecida.
De haber tenido El Señor de los Anillos su enorme éxito una década antes, y de no haberse distraído Tolkien en los ínfimos detalles en que le gustaba explayarse, quizá hubiera podido finalizar el Silmarillion. Pero, tal como los relatos cortos Hoja, de Niggle y El Herrero de Wootton Major nos enseñan, él mismo asumía su parsimonia. En ellos contemplamos cómo se veía a sí mismo en relación con escribir fantasía y con los trabajos de toda su vida en ese ámbito.
6. Póstumamente.
Como hemos dicho, fue Christopher Tolkien, el albacea literario de su padre, quien acometió la difícil tarea de ensamblar un Silmarillion publicable tan pronto como fuera posible, en un tiempo en que el boom de los Anillos había pasado.
Christopher descartó la mencionada reformulación cosmológica, aunque no impidió que se deslizasen algunos elementos marginales (p.ej. algunos cambios de nomenclatura y algunas figuras literarias). Se enfrentó a un volumen de textos de muy diferentes niveles de desarrollo con el objetivo de producir un texto tan homogéneo como fuese posible, y en su favor podemos decir que, a pesar de algunos errores que él posteriormente admitió haber cometido, produjo un Silmarillion que bien se puede considerar es próximo a lo que Tolkien padre hubiera podido componer de haber dispuesto de algunos años más y de energías para hacerlo él mismo.
Después de ello Christopher, enfrentado a la gran cantidad de textos que podían probablemente ser de interés de los fans de Tolkien, se embarcó en la publicación de textos incompletos inéditos, en un formato más crudo y con notas editoriales y comentarios. Primero lo hizo con algunos textos que estaba seguro representaban las ideas definitivas de su padre (y por tanto presumiblemente de acuerdo con El Silmarillion) en los Cuentos Inconclusos, y luego cronológicamente en La Historia de la Tierra Media/La Historia de El Señor de los Anillos, durante cuya publicación acabó por dar con dificultades inesperadas en la obra de su padre, por darse cuenta de errores que había cometido al preparar El Silmarillion y por hallar que no todo, al final, era publicable comercialmente. De modo que Christopher hubo de confiar la publicación de esos textos "extremos" a otros.
En La Historia de la Tierra Media encontramos por tanto etapas y versiones previas de las historias mitológicas de El Silmarillion, junto con expansiones, tanto en nivel de detalle como en temática, que no encajaban en él, e incluso textos que Christopher desconocía en el momento de componerlo.
En años posteriores, Christopher Tolkien quiso ofrecer al público los tres viejos relatos centrales de la mitología como libros independientes tan legibles como fuese posible, pero sólo Los Hijos de Húrin (2007) es un relato homogéneo, compuesto de modo similar a El Silmarillion, mientras que los otros dos (Beren y Lúthien (2018) y La Caída de Gondolin (2019)) son un refrito de textos ya publicados.